INTRODUCCIÓN
LA EVOLUCIÓN DEL HOMBRE
El estudio de los orígenes y el desarrollo humanos, la Paleontología
humana, cristalizaba en la década de 1860 con las aportaciones de diferentes
ramas de la ciencia natural y social: la anatomía comparada y filogenética, la
antropología, la arqueología y la geología, entre otras.
Tres acontecimientos científicos aportaron nuevas perspectivas al
estudio de los orígenes humanos, y a la existencia del “hombre fósil”: el
descubrimiento del hombre de Neandertal en 1856, la formulación de la teoría de
la evolución de Darwin en 1859, y la aceptación general de la tesis de
Boucher de Perthes sobre la gran antigüedad del hombre, basada en la
identificación de útiles paleolíticos.
AUSTRALOPITHECUS
Género de homínidos que apareció hace unos cuatro millones de años.
Tenía un cráneo aplanado, con mandíbula prominente, una reducida cavidad
encefálica (450-750 cm3) y una pelvis que le permitía deambular en
bipedestación. En 1924 Raymond Dart descubrió en Taung (Sudáfrica) un cráneo
fósil infantil que determinó al año siguiente como Australopithecus
africanus. En los años treinta, Robert Broom encontró restos fósiles en
Sterkfontein y Kromdraai (Sudáfica) para los que propuso los nombres Plesianthropus
(1947, más adelante identificado como Australopithecus) y Paranthropus
robustus.
Este homínido no fue aceptado como tal hasta finales de la década de
1940, ya que no entraba en el esquema de la evolución humana defendido por las
principales autoridades en paleoantropología de la época. El descubrimiento en
1969 del cráneo KNM ER 406 por R. Leakey y H. Mura asignado a Paranthropus
boisei, se correspondería con una de las formas "Robustus" (Dart,
1930) que coexistieron con Australopithecus africanus y Homo ergaster
en las mismas zonas del sur de África.
Niño
de Taung, 1924. Australopithecus africanus, Dart,.
(Izquierda):
Plesianthropus (STS 5, Broom, 1974). Australopithecus africanus,
Dart, 1925
(Derecha):
Paranthropus boisei (KNM ER 406, R. Leakey y H. Mura, 1969),
HOMO
HABILIS
Homínido
de características intermedias entre el Australopithecus y el Homo erectus,
por lo que algunos especialistas propusieron llamarle “Australopithecus habilis”.
Apareció hace unos dos millones de años. Vino a llenar una laguna filogenética
importante.
La
especie Homo habilis fue propuesta en 1964 por Louis Leakey, Phillip
Tobias y John Napier a partir de restos fósiles descubiertos en Olduvai
(Tanzania).
En
1972 Bernard Ngeneo, miembro del equipo de buscadores de fósiles llamado “Banda
de Homínidos”, descubrió el cráneo KNM-ER 1470 en Koobi Fora (Kenya). Una
primera datación errónea de su antigüedad provocó una intensa controversia
científica de gran repercusión mediática, sobre si el antecesor más antiguo
había sido el Australopithecus afarensis, Lucy, que postulaba Donald
Johanson o una especie del género Homo como defendía Richard Leakey.
Llama la atención que los restos que pesaron definitivamente en la aceptación
general de Homo habilis, se adscriba hoy a otra especie, Homo
rudolfensis, aunque todavía no hay un acuerdo general.
KNM ER 1470 (Lago Turkana , 1972)
(Homo habilis, Leakey, Tobias y Naper, 1964) Homo rudolfensis, P. Alexeev,
HOMO ERECTUS
Apareció
hace millón y medio de años. Con un cráneo y una mandíbula aún primitivos,
tenía una pelvis moderna y andaba erguido. Su capacidad craneal oscilaba entre
850 y 1.100 centímetros cúbicos.
El
hallazgo en Java de restos fósiles del Pithecanthropus erectus por el
anatomista holandés Eugene Dubois, a finales del siglo XIX, tuvo un gran
impacto que sobrepasó el ámbito científico. Dubois, tras regresar a Europa de
su viaje a las colonias holandesas de las Indias Orientales, presentó sus
hallazgos en numerosos foros y congresos europeos como el eslabón perdido, pero
no hubo consenso en la interpretación de los fósiles del Pithecanthropus.
En la década de los años veinte en las excavaciones efectuadas en Zhoukoudian,
cerca de Pekín, se encontraron restos fósiles a partir de los cuales el
anatomista canadiense Davidson Black determinó el género Sinanthropus
pekinensis Pithecanthropus erectus y otros fósiles se han agrupado
bajo la denominación Homo erectus.
Sinanthropus
Homo erectus, Dubois, 1892].
Homo erectus, Dubois, 1892].
HOMO RHODESIENSIS
Fue
hallado por primera vez en 1921 en Broken Hill, en la antigua Rhodesia
del Norte (actual Kabwe, Zambia), de ahí su nombre. Presenta rasgos
morfológicos comunes con otras especies del género Homo que parecen
“arcaicos”, por lo que se les ha querido agrupar bajo Homo heidelbergensis,
aunque también se sigue proponiendo adscribirlo a Homo erectus.
Broken Hill, 1921
Hombre de Rhodesia
HOMO NEANDERTHALENSIS
Inicialmente considerada una especie diferente de Homo sapiens,
en 1964 se propuso adscribirla a ella como la subespecie Homo sapiens
neanderthalensis, pero hoy se acepta su especificidad con su denominación
original de 1864 Homo neandrthalensis. Apareció hace unos 100.000 años.
Su cráneo presentaba notables diferencias con el hombre actual: torus
supraorbitario macizo en forma de plataforma ininterrumpida por encima de las
órbitas, mandíbula robusta sin eminencia mentoniana, etc. Sin embargo, su
capacidad craneal es comparable a la del hombre actual. El episodio clave en
los orígenes de la Paleontología humana fue el hallazgo en 1856 de restos
humanos en una cueva del valle Neander (Alemania). La controversia se inició al
presentarse los ejemplares a la comunidad científica como huesos humanos
antiguos pertenecientes a alguno de los primitivos habitantes “salvajes” de
Europa. Hubo quienes pensaron que los restos no eran humanos por el parecido de
sus cráneos a los de gorilas y chimpancés. Para otros, los huesos habrían
pertenecido a un hombre moderno con alguna deformidad patológica aquejado de
idiotez y raquitismo. Incluso se llegó a sugerir que los restos podrían
corresponder a algún jinete cosaco que habría acampado en esos lugares en 1814
y se habría ocultado enfermo en la cueva, donde murió. El examen de un
cráneo olvidado (Gibraltar, 1848) apoyó las tesis de que el de Neander no era
un caso singular, sino que una antigua “raza” parecía haberse extendido desde
el Rhin hasta el sur de la Península Ibérica. William King propuso entonces,
1864, la denominación Homo neanderthalensis. A comienzos del siglo XX se
descubrió el esqueleto neandertal de La Chapelle-aux-Saints (Francia).
Marcellin Boule, profesor del Muséum National d’Histoire Naturelle (París), realizó
una descripción anatómica del esqueleto que acabó siendo controvertida y
criticada. Partiendo de ideas preconcebidas describió al hombre de neandertal
como un tipo simiesco y grotesco que caminaba con dificultad, erecto pero con
las rodillas flexionadas, lo que determinó su expulsión de línea filogenética
de Homo sapiens.
(Izquierda): Gibraltar, 1848. Homo neanderthalensis, King, 1864
(Derecha): La Chapelle-aux-Saints, 1908. Homo neanderthalensis, King, 1864
(Derecha): La Chapelle-aux-Saints, 1908. Homo neanderthalensis, King, 1864
EL HOMBRE DE CROMAGNON (HOMO SAPIENS)
En 1868, en la cueva de Cro-Magnon (Les Eyzies, Dordogne, Francia) se
descubrieron restos óseos de cinco individuos de diferentes edades y sexos, en
un lugar de difícil acceso a través de un espacio muy estrecho. Al fondo se
encontraba el cráneo de un anciano y, alrededor, los esqueletos de otros cuatro
individuos, uno perteneciente a una mujer con una herida profunda en la frente
y, a su lado, el de un niño en avanzada fase de desarrollo fetal. En medio de
los restos humanos había conchas marinas agujereadas para servir de adorno en
collares y brazaletes, además de un amuleto hecho de marfil de elefante,
cornamentas de ciervos y restos de otros animales, y raspadores de sílex.
Fueron estudiados por Louis Lartet. Nos encontramos ante el hombre moderno.
Cro-Magnon, 1868. Homo sapiens, Linneo,1758.
TRES
PRENEANDERTALENSES DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Mandíbula de Banyoles, Girona. Presenta abrasión dentaria en plano
inclinado linguo-vestibular, especialmente en premolares y molares.
(Izquierda): Parietal derecho de la Cova Negra, Xátiva. El deterioro es
póstumo.
(Derecha): Frontal de la Carigüela, Pinar (Granada). Se estima que corresponde a un individuo de unos cinco años de edad.
(Derecha): Frontal de la Carigüela, Pinar (Granada). Se estima que corresponde a un individuo de unos cinco años de edad.
EL HOMBRE DE ORCE
En 1983 se dio a conocer el hallazgo de un fragmento craneal atribuido a
Homo sp. en el yacimiento de Venta Micena (Orce, Granada) que, por sus
características morfológicas y la edad del sedimento en que fue encontrado (1,3
millones de años), podía ser el homínido más antiguo de Eurasia.La presencia de
una pequeña cresta en la cara interna del occipital –sutura sagital que salió a
la luz tras limpiar la pieza- planteó dudas a algunos paleoantropólogos sobre
si podría corresponder a un équido (Equus sp.) fósil. Dichas dudas
fueron difundidas de manera irresponsable y sensacionalista por algunos medios
de comunicación, lo que produjo notables dificultades al equipo que realizaba
el estudio de tan importante resto. Durante el tiempo transcurrido desde
entonces se han realizado investigaciones anatómicas e inmunológicas que
parecen demostrar la pertenencia del fragmento craneal a un individuo de cinco
o seis años de Homo sp., probablemente del grupo más arcaico de Homo
erectus. Este resultado lo apoya también el hallazgo en el mismo yacimiento
de instrumentos líticos y de nuevos restos humanos: un húmero casi completo y
una falange, evidencias aceptadas hoy por la comunidad científica que, con
todo, se inclina en general a considerar que el fragmento del cráneo en
cuestión no sea humano. Algunos paleoantropólogos y expertos en paleopatología
del cráneo defienden hoy en cambio que el fragmento craneal de Orce perteneció
sin duda a un humano (Campillo, 2002).
Cráneo de Orce antes de eliminar las concreciones calcáreas adheridas a
su cara endocraneal y Cráneo de Orce tras la limpieza de su cara endocraneal
BIBLIOGRAFÍA:
LA EVOLUCIÓN DEL HOMBRE
Ø http://hicido.uv.es/Expo_medicina/Morfologia_XIX/evolucion.html
Ø Arsuaga, J.L.; Martínez, I., La especie
elegida, Madrid, Temas de hoy, 2000.
Ø Cervera, J.; Arsuaga, I.; Carbonell, J. M.;
Carbonell, E., Atapuerca. Un millón de años de historia, Madrid, Plot
Ediciones, 1998.
Ø Campillo Valero, D., Paleopatología. Los
primeros vestigios de la enfermedad, 2 vols., Barcelona, Fundación Uriach 1838,
1993-94.
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