QUE ES LA PERSONALIDAD
La personalidad puede sintetizarse como el
conjunto de características o patrón de sentimientos, emociones y pensamientos
ligados al comportamiento, es decir, los pensamientos, sentimientos, actitudes,
hábitos y la conducta de cada individuo, que persiste a lo largo del tiempo
frente a distintas situaciones distinguiendo a un individuo de cualquier otro
haciéndolo diferente a los demás. La personalidad persiste en el comportamiento
de las personas congruentes a través del tiempo, aun en distintas situaciones o
momentos, otorgando algo único a cada individuo que lo caracteriza como
independiente y diferente. Ambos aspectos de la personalidad, distinción y
persistencia, tienen una fuerte vinculación con la construcción de la
identidad, a la cual modela con características denominadas rasgos o conjuntos
de rasgos que, junto con otros aspectos del comportamiento, se integran en una
unidad coherente que finalmente describe a la persona. Ese comportamiento tiene
una tendencia a repetirse a través del tiempo de una forma determinada, sin que
quiera decir que esa persona se comporte de modo igual en todos los casos. Es
decir, la personalidad es la forma en que pensamos, sentimos, nos comportamos e
interpretamos la realidad, mostrando una tendencia de ese comportamiento a
través del tiempo, que nos permite afrontar la vida y mostrarnos el modo en que
nos vemos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Nos permite reaccionar
ante ese mundo de acuerdo al modo de percepción, retro-alimentando con esa
conducta en nuestra propia personalidad. Cada persona al nacer ya tiene su
propia personalidad con ciertas características propias, que con el paso del
tiempo más el factor ambiental y las circunstancias es como se definirá esa
persona. La personalidad será fundamental para el desarrollo de las demás
habilidades del individuo y para la integración con grupos sociales.
Historia
del concepto
El concepto de «personalidad» proviene del término
«persona», denominación que se utilizaba para la máscara que portaban los
actores de teatro en la antigüedad. Sin embargo, ya en ese entonces se hablaba
en un sentido amplio y figurado de «personas» para referirse a los roles, es
decir a «como quién» o «representando a quién» actuaba un determinado actor
teatral tras su máscara. El concepto paulatinamente se transfirió a otras
esferas de la sociedad, más allá del teatro, pero en una primera época,
«personas» eran solamente los ciudadanos, jurídicamente provistos de derechos
(en contraste con los esclavos que no eran considerados personas, puesto que no
podían decidir sobre su propio actuar, ni menos aún deliberar sobre el de los
demás). El concepto estaba inicialmente muy restringido a aquellos ciudadanos
poderosos, que gozaban de honra, prestigio y, en respeto a su dignidad, eran los
únicos poseedores de derechos ciudadanos. En el transcurso de los siglos, el
concepto de «persona» se fue transformando gradualmente en uno más general (en
igual medida de la generalización de los derechos ciudadanos) hasta llegar
utilizarse en el sentido coloquial actual, es decir, prácticamente como
sinónimo de «ser humano». En el contexto de este desarrollo conceptual, la
aparición del adjetivo «personal» facilitó el desarrollo del sustantivo
«personalidad», utilizado para designar la totalidad de características
«personales» que interactúan dinámicamente entre sí para producir aquél estilo
relativamente estable de desenvolverse individual y socialmente que un
individuo posee. la capacidad extrema
Los rasgos de la personalidad
Las
teorías psicoanalíticas, desarrolladas a partir de los trabajos de Freud
tienden a destacar los motivos inconscientes y la primera infancia de los
individuos para explicar su personalidad, en tanto que las teorías de los
rasgos se centran en el estudio de las acciones abiertas de la persona y en sus
relaciones y experiencias presentes.
Dentro de esta línea, el psicólogo Carl G. Jung desarrolló su teoría de
la personalidad basada en las características psicológicas de los individuos.
De acuerdo con Jung, las personas nos relacionamos con el mundo externo
básicamente a través de dos formas: una va en dirección hacia fuera de la
persona, y la otra hacia adentro. Es decir, todas las personas somos
predominantemente extrovertidas, en el primer caso, e introvertidas en el
segundo. Sin embargo, el medio que nos rodea, y las experiencias que tenemos a
lo largo de la vida, matizan nuestro comportamiento, pero siempre domina una
tendencia a inclinar nuestro comportamiento hacia uno de los dos extremos.
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